Adhará

Voy con mi hermanita (Cristina) a Madrid a pasar el fin de semana. Quedamos con Masmi y sus amigos a comer en un restaurante japonés que han descubierto y que les vuelve locos, comentan que la comida tiene que tener algo adictivo porque no salen de allí, los fines de semana se ha convertido casi en un ritual comer o cenar allí.

Cristina y yo miramos atentamente la carta sin enterarnos de nada. Juanjo y Silvia se empeñan en explicarnos algunos de los platos del menú mientras Marina e Inma no paran de hablar y reirse de otras cosas que nada tienen que ver con el menú.

Masmi nos recomienda los arroces. Al parecer hay tres tipos, el tipo a, el tipo b y el tipo c, por lo visto los tres están deliciosos y vienen acompañados de unas salsas estupéndas.

Nos sirven el arroz. La verdad no tiene muy buena pinta. Todos están apegotonados. Uno es de color blanco, otro de color verde y otro de un color beige. Delante de cada arroz está su salsa correspondiente. Cristina hace un gifo, y yo como siempre le digo que primero pruebe.

Cogemos el primer arroz y le ponemos la salsa correspondiente. A esto Masmi nos grita NOOOOOOOOOOOOOOO, tía, a mi no me gusta la salsa!!! ¿Qué coño haces poniendole la salsa sin preguntar? Le digo que no pasa nada, que hay más arroz, él contesta que solo le gusta ese arroz, le digo que no se ponga borde, que no pasa nada, que solo es un plato de arroz, que ahora le pido uno a él solo y ya está, que no hace falta ponerse así. Masmi se levanta de la mesa y se va mirándome con desprecio.