Adhará

Me levanté temprano esta mañana y cogí el autobús para ir a la oficina de empleo a por documentación que necesitaba. Volví a coger el autobús para dirigirme al banco y había un olor horroroso a sudor allí. Abrí un poco la ventanilla y dejé que el aire me diera en la cara. Me imaginé lo horroroso que sería tener que aguantar eso durante una hora de camino al trabajo bajo tierra en Madrid. Al fin y al cabo yo no tardaría más de 20 minutos en llegar a mi destino.
Paré en el banco. Me atendió una mujer muy desagradable que me ponía pegas a todo lo que yo le pedía que hiciera, al final y tras mucho discutir he logrado llegar a un entendimiento. De allí a otro banco y de allí a otro. En 10 minutos ya tenía las gestiones realizadas y porque había gente y he tenido que esperar en la fila.
Pensé entonces que de vivir en otro sitio seguramente tendría que invertir casi toda la mañana para hacer esas gestiones y me sentí afortunada por vivir donde vivo y por llevar la vida que llevo, aunque a veces me canse de protestar.He regresado al despacho, a las 10:20 ya estaba con el ordenador encendido y varios correos de mis ciberduendes en la bandeja de entrada. Me he sentido afortunada de tenerlos a mi lado. Hacen las mañanas mucho más amenas.